“Con el viento solano” (1966)
Sin lugar a duda, la afortunada
concurrencia en “Con el viento solano” de un equipo técnico y artístico
impagable contribuyeron a crear una imperecedera obra del cine español que
debería ser título nombradísimo pero que, una vez más, y con el transcurso de
los años, su reconocimiento y valía (o al menos su memoria) tiende a difuminarse
sin que llegue a entenderse el porqué de semejante despropósito.
Muy pocos años antes de su
tempranísimo fallecimiento (¡maldita la parca cuando decide ir antes de tiempo
en busca de personas que todavía tienen tanto bueno que aportar!), Ignacio
Aldecoa adaptó a la pantalla su propia novela junto con Mario Camus,
responsable máximo del proyecto, gestando un guion ajustado y efectivo.
Camus, especialista en la
conversión cinematográfica de joyas literarias, lideró un conjunto de
profesionales de comprometida pericia en el que se encontraban Pablo García del
Amo como montador, Antonio Pérez Olea responsable musical y en la fotografía
Juan Julio Baena (Hans Burmann, autor en este último apartado de importantes
películas posteriores también figura en los títulos de crédito)
En cuanto al extenso y soberbio elenco
interpretativo, sobresalen nombres memorables de la escena española, entre
otros, María Luisa Ponte, Antonio Ferrandis, José Manuel Martín, Erasmo Pascual
o José Marín. Pero de tanta calidad actoral habría que destacar a Imperio
Argentina, como sufrida madre del protagonista; Antonio Gades personaje
homérico del relato que emprende una senda desesperada y sin norte después de
su cataclismo etílico; María José Alfonso que encarna la belleza atormentada de
novia enamorada; y Vicente Escudero que, aunque tenga una presencia
testimonial, de no más de dos minutos, es suficiente para que se perciba que se
está ante un individuo singular, un cosmopolita con un bagaje impresionante en
su pulular por la vida cultural europea del período central del siglo veinte
pero, sin embargo, un personaje prácticamente desconocido para el público en
general.
Guardias civiles, toreros y gitanos,
proliferan en los fotogramas de “Con el viento solano”, iconografía
patria que, en ningún momento, y al contrario de lo que pudiera suponer, cae en
el exceso que pudiera derivar la presencia de dichos personajes, consecuencia
de la cuidada y contenida dramaturgia planteada por Camus.
El debut de La Polaca cantando y bailando
la sempiterna “A tu vera” con letra de Rafael de León y música de Juan
Solano, y las distintas localizaciones como el Castillo de Villalba en Malpica
y los siempre acogedores rincones castizos de Madrid, redondean una magistral
recreación del imaginario de Aldecoa.
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