“Bright Star” (2009)

Estrella brillante/si fuera tan constante como tú/no en solitario esplendor en lo alto de la noche…” (John Keats)

Corta, muy corta, pero fructífera y atormentada vida la del poeta británico John Keats (1795-1821), cuyos últimos años adaptó al cine y de forma extraordinaria Jane Campion. Adscrito al Romanticismo más incipiente, Keats experimentó en primera persona los ideales proclamados por dicho movimiento cultural, viviendo una apasionada relación sentimental con Fanny Brawne que, al fin y al cabo, es la parte que le interesa resaltar de manera minuciosa a Campion : “Hay santidad en los afectos del corazón”, o “Un poema se entiende por los sentidos”, son algunas de las frases pronunciadas en determinados momentos por el personaje de Keats, sobria y correctamente interpretado por Ben Whishaw.

La directora neozelandesa en su interesante trayectoria ha dado cabida en su filmografía a magníficas referencias literarias dotándolas de un gusto y una sensibilidad encomiables. En este sentido, “Un ángel en mi mesa” (1990), relato autobiográfico de su compatriota, la escritora Janet Frame; y “Retrato de una dama” (1996), adaptación de la novela de Henry James, son ejemplos de lo bien que maneja este material Campion. Cuestión diametralmente opuesta es cuando pergeña dramas que se alejan de dicho contexto, como “Holy Smoke” (1999) o “En carne viva” (2003), cuya calidad se ve notablemente mermada.

Al exultante delirio y torrente lírico que se desarrolla a lo largo de la película, hay que añadir la explosión visual de luz y color de las imágenes que, teniendo en cuenta el impecable diseño de producción, hace que algún fotograma recuerde en más de una ocasión a una reproducción de la obra pictórica de Johannes Vermeer.

En consonancia con lo anterior, merece mención especial el fantástico y original vestuario firmado por Janet Patterson, responsable también del estilismo en “El piano” (1993), la obra maestra de Campion que propagó por doquier la música imperecedera de Michael Nyman.

En “Bright Star” la música también es excelsa y apasionante. Mark Bradshaw hace los arreglos del adagio de la Serenata número 10 de Mozart (“Gran Partita”), incluyéndose asimismo “The Sussex Waltz número 2” también del genio de Salzburgo y, para la escena de baile, “Scotch Reel and Bonnie Highland Laddie” de Thomas Wilson.

Para redondear la narración y poner el punto final a la historia, Campion decide montar un bellísimo plano con el traslado de los restos mortales de Keats en una silenciosa y solitaria Plaza de España de Roma, iluminando la escena mediante una tenue penumbra con un luctuoso, pero a la vez elegante, gris azulado.


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