“La banda de los Grissoms” (1971)
Para Andrew Sarris, uno de los
críticos más influyentes en el mundillo de la gran pantalla, el hombre que
dirigió “La banda de los Grissoms”, era uno de los directores más personales
de la historia del cine estadounidense y, de hecho, lo sitúa en el siguiente escalafón
al que ocupan los que él entiende que deben figuran en el panteón de los más
grandes del séptimo arte (Ford, Chaplin, Welles, Renoir, Lang, Hitchcock…)
El mentado es Robert Burgess
Aldrich, más conocido como Robert Aldrich; un artista en toda la extensión del
término y, efectivamente, con un estilo personalísimo a lo largo de toda su
carrera en la que abordó todo tipo de géneros cinematográficos y,
prácticamente, en todos ellos con un resultado final excepcional.
“La banda de los Grissoms”
es remake de una adaptación previa de la novela de James Hadley Chase (uno de
los seudónimos utilizados por René Babrazon Raymond), que se rodó en 1948 bajo
las órdenes de un desconocidísimo director sudafricano, St. John Legh Clowes. Chase,
prolífico escritor británico que fue espoleado a dicho oficio por la lectura de
“El cartero siempre llama dos veces”, de James M. Cain, se sirve de la cuestionable
vida de la gánster Ma Baker, para recrear un episodio de su “expeditivo” método
educativo.
Aldrich rodaría muchas de las
secuencias en sus propios estudios y contaría con la colaboración en la
producción de su hijo, William. Por su parte, Leon Griffiths, británico como
Chase, firmaría el guion y en el elenco actores de discreta fama, pero de una
extraordinaria calidad interpretativa. Del mismo, habría que destacar la
presencia de la bella Connie Stevens (recién divorciada del mujeriego Eddie
Fischer, que venía de abandonar ya en el tálamo conyugal a Debbie Reynolds y
Elizabeth Taylor); y, sobre todo, citar a Irene Dailey, interpretando a Ma
Grissom, trasunto de la real Ma Baker (cuya irascibilidad recuerda a la Bette
Davis de “¿Qué fue de Baby Jane?”, del mismo Aldrich)
Las imágenes de “La banda de
los Grissoms”, recuerdan la escenografía de “Bonny and Clyde” de
Arthur Penn y, como detalles a recordar de la película, la explosión kitsch que
se visualiza cuando el inestable y enamoradizo Slim, personaje interpretado por
Scott Wilson, muestra el estridente y claustrofóbico hogar que ha construido para la trastornada
niña bien secuestrada; o bien, cuando el propio Slim atacado de un brote de
violencia al sorprender a su hermano con la chiquilla, decide pasarle a
cuchillo, exhibiendo aquí Aldrich la teoría de la criminología por la cual, el
ensañamiento con arma blanca equivaldría a la liberación de una pulsión sexual
reprimida por el agresor. Los primeros planos del rostro de la joven son
suficientemente explícitos a este respecto.
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