“El juego del halcón” (1984)
“Ningún sitio es la América que nos querían vender cuando éramos cachorros.”
La desilusionante reflexión de Frederic
Traum, el protagonista de la trepidante, adictiva, magnífica e imprescindible
novela de Javier Puebla, “Sonríe Delgado”, es puesta de manifiesto
cuando el personaje ha salido de un cine de Barcelona tras haber asistido a la
proyección de “El juego del halcón”, de John Schlesinger. La metáfora de
Traum es sublime y, a la vez, devastadora acerca de las falsas ficciones
institucionales o sociales perpetuadas a lo largo del tiempo a través de las
mentiras más ignominiosas.
El director británico, después de
rodar sus mejores trabajos, “Darling”, “Cowboy de medianoche” y “Domingo,
maldito domingo”, se arremangó y la emprendió con esta narración basada en
un libro de Robert Lindsey, y adaptada a la pantalla por el reputado guionista Steven
Zaillian (“La lista de Schindler”)
Lindsey relata los hechos reales acaecidos
en Estados Unidos cuando, en la década de los sesenta, un par de jóvenes osados
sufrieron las nefastas consecuencias que conllevaba el convertirse en autónomos
difusores de secretos estadounidenses. Dos incipientes actores de prometedor futuro
dieron vida a los mismos: un contenido Timothy Hutton, frente a un desatado
Sean Penn.
La sensación de locura generada
por los dos bloques enfrentados durante la Guerra Fría es sutilmente reflejada
por Schlesinger, mostrando en una secuencia la marquesina de un cine hacia el
que se dirige Hutton y en donde trabaja como taquillera la que fuese su novia.
El título de la película que figura en el reclamo luminoso no deja mucho margen
a la duda: “Exterminating angel”, la desasosegante fábula de Buñuel.
Demencia e ingenuidad salen a
relucir a partes iguales cuando Hutton, de conformidad con el guion, declara: “Creía
que eran diferentes (sobre los rusos), pero están igual de paranoicos
que nosotros.”
Schlesinger, un tipo inteligente,
no da puntada sin hilo, e inserta asimismo un primer plano de un par de libros
que Penn está leyendo: “El informe Penkovsky” y “Epitafio para un
espía”, éste último del maestro de escritores de espionaje, Eric Ambler. Y
es precisamente en esta novela de Ambler en la que encontramos un pasaje que
nos vuelve a llevar a la trama de “Sonríe Delgado”, en la que la
volatilidad de las identidades preside su argumento: “Nunca se puede comprender
al hombre total, del mismo modo que nunca se pueden ver las seis caras de un
cubo. La mente humana es una figura con infinito número de caras, un fluido en
constante movimiento, insondable, inefable.”
Y, para terminar (y nunca mejor
dicho, ya que esta última mención se circunscribe a los títulos finales de
crédito), la música del venerado, carismático y enigmático David Bowie
acompañado por la fabulosa banda de Pat Metheny. Tal es la seducción musical a
la que se ve expuesto nuestro querido Traum que, aun no siendo devoto de Bowie
en un pasado, resulta abducido por la melodía y se decide a comprar su banda
sonora.
This is not America.
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