“Hasta el último aliento” (1966)

En su nacimiento, al hombre se le concede un único derecho: la elección de su propia muerte. Pero si esta elección está dominada por la repugnancia por la vida, entonces su existencia habrá sido puramente ridícula.

Acostumbraba Jean Pierre Melville a marcar en sus películas un enigmático preámbulo mediante una breve reseña que sirviese para dar una pista acerca de la narración que se iba a proyectar en la pantalla. Ésta que figura en el encabezado es la que decidió incluir en el prólogo de “Hasta el último aliento”, excelente título a partir del cual el director francés encadenaría sus mejores trabajos en el género policíaco, entre ellos el que es considerada su obra maestra, “El silencio de un hombre”.

Melville, amante de la literatura, mutó su apellido original (Grumbach) por el del insigne autor estadounidense del siglo diecinueve (decisiones personales que, para la posteridad, confundirán a aquellas generaciones poco curiosas que creerán, a pies juntillas, su parentesco). Fallecido prematuramente, su filmografía está impregnada de una brillante personalidad, no exenta en mostrar los valores del individuo en situaciones de máxima tensión.

Hasta el último aliento” es una extraordinaria puesta en escena cinematográfica de la novela de José Giovanni (¡menuda vida la de este escritor parisino!), autor y guionista a su vez de “La evasión” de Jacques Becker, imprescindible. La minuciosidad y el detalle milimétrico tanto en la perfecta planificación y ensayo de las secuencias, como en los estudiados encuadres son características que destacan en la visualización de las películas de Melville.

En esta ocasión contó con Lino Ventura como protagonista, pero ya en las siguientes producciones sería Alain Delon su actor de cabecera. A Ventura le daría réplica (de forma muy divertida e irónica) Paul Meurisse en la interpretación del comisario Blot al cargo de la investigación; y, como femme fatale, Christine Fabréga. El contrapunto femenino en las sucesivas creaciones de Melville, sin desmerecer a Fabréga, iría ganando en calidad: Nathalie Delon y Cathy Rosier (“El silencio de un hombre”), así como una bellísima Catherine Deneuve en su mejor momento (“Crónica negra”)

El magnífico ejercicio de estilo desarrollado por Melville en “Hasta el último aliento”, se reproducirá en los filmes anteriormente citados y también en “Círculo rojo”, otra maravilla. Ese sello artístico se identifica en la fantástica escenografía de los clubes nocturnos con el correspondiente cuadro coreográfico, el acompañamiento de una imperecedera y preciosa música de jazz, la elegancia del vestuario y la omnipresencia de los coches, sobre todo, los imponentes coches. Desde el clásico Mercedes Benz Clase S, hasta el Plymouth Valiant, pasando por el Citroën DS (el popular “Tiburón”). El estimulante universo Melville.

En “Dos hombres en Manhattan”, previa a ésta que se comenta, el realizador galo interpretaría uno de los papeles principales y se empaparía in situ de todos los elementos de su particular iconografía para trasladarlos a las calles de París y Marsella con un resultado intachable.

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