“El halcón inglés” (1999)

Terence Stamp. Sí, “El halcón inglés” es Terence Stamp, pero también este señor es el eje sobre el que gira un sólido relato cuya calidad se justifica por su intachable omnipresencia. Es indiscutible que el cine es un arte de creación colectiva, pero en las películas suele suceder que destaque una, o bien, varias cualidades de personas que hacen que el resultado final adquiera la brillantez que tal vez no se hubiera conseguido sin su contribución.

Steven Soderbergh, inquieto, polifacético e interesante personaje cinematográfico, dirigió al formidable actor británico cuyo papel de arrepentido padre vengador de oscuro pasado, pudiera muy bien ser la versión inglesa alternativa a la figura americana de Clint Eastwood en muchas de sus incursiones como justiciero sin escrúpulos.

A Stamp le acompañan estupendos secundarios como Lesley Ann Warren, Luis Guzmán y Barry Newman. Y, aun contando de igual forma con la participación de Peter Fonda, su intermitente y desdibujada aparición como productor discográfico aficionado a las lolitas resulta endeble, acentuándose dicha superficialidad por la avasalladora interpretación del propio Stamp.

El guion es de Lem Dobbs, pero responsabilidad de Soderbergh el decidir en la sala de montaje la inclusión innecesaria y reiterada de determinadas e idénticas secuencias y planos de Stamp viajando en avión y en su periplo por tierras estadounidenses para saldar cuentas pendientes.

La desbordante y rítmica banda sonora tiene como referente la canción “The seeker” de The Who, en consonancia con el argumento de la trepidante trama. En este sentido, detrás de esa elección habría que buscar igualmente la mano de Stamp, ya que su hermano Chris fue responsable del éxito del grupo londinense en la década de los sesenta. Además, se contó con el repertorio musical de Boston, The Hollies o The Dobbie Brothers, entre otros, para darle a la narración el trasfondo acústico que necesitaba.

Tal es el protagonismo absoluto de Stamp en “El halcón inglés” que Soderbergh no se recata en tirar de archivo y rescatar secuencias de un Stamp más joven en su intervención en la ópera prima de Ken Loach, “Poor Cow”, y que sería el siguiente trabajo que protagonizaría después del unánime reconocimiento que supuso su colaboración en “El coleccionista” de William Wyler.

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