“Crimen al atardecer” (1959)
José Martínez Ruiz, más conocido
por Azorín, fue un apasionado del cine. Andrés Trapiello, en el prólogo a una
recopilación de artículos sobre la materia que publicó el alicantino en prensa,
precisa que Azorín fue un espectador curioso, un escritor curioso y un hombre
curioso, considerando el término curioso en el sentido de ver lo inadvertido,
lo minúsculo y lo parvo. Pues bien, en una detallada opinión de Azorín, una
película inglesa es “como un objeto de plata finamente labrada, en acabado
trabajo, con su contraste del leoncito.”
Sirva este preámbulo para
comentar “Crimen al atardecer”, dirigida por el británico Basil Dearden
(nacido Basil Clive Dear) y galardonada en la edición de los BAFTA de 1960 como
mejor largometraje en su categoría de producción nacional. Dearden, escasamente
tratado incluso en bibliografías especializadas, fue un interesante director
que inició su carrera en los pródigos estudios Ealing, donde realizó trabajos
que le sirvieron para desarrollar posteriormente una carrera muy personal,
cuando se asoció con Michael Relph. Entre las obras creadas para los citados estudios
está un episodio incluido en “Al morir la noche”, maravilloso y
enigmático filme de culto a realizado a cuatro bandas junto con Alberto
Cavalcanti, Charles Crichton y Robert Hamer, en el que figura el famoso
episodio del ventrílocuo protagonizado por Michael Redgrave.
“Crimen al atardecer” se
enmarca en el suspensivo subgénero del whodunit, que se podría definir,
a vuelapluma, como aquel a partir del cual se propone un caso delictivo al
espectador que pasa a convertirse así en momentáneo detective. Esta película
que se reseña se distancia de otras similares por su originalidad, ya que presenta
un planteamiento que contextualiza el relato en un soterrado conflicto racial. Janet
Green una excelente guionista fue la escritora que dio curso a la narración y
que, con posterioridad, también colaboró con Dearden en dos obras rompedoras en
esas fechas: “Victim” y “Life for Ruth”.
La dirección musical, soberbia,
corrió a cargo de Philip Green que desarrolló una ambientación jazzística muy
acorde con el propio argumento. En semejante acústica improvisadora, el músico asistió
a Dearden unos años después en “Noche de pesadilla” (poco apropiada
traducción del original); una innovadora adaptación del Otelo de Shakespeare en
clave de jazz y a la que debe acudir todo aquel que aprecie la buena música,
con cameos de figuras indiscutibles del género como Charles Mingus y Dave
Brubeck, entre otros.
Tomando, por tanto, la referencia
azoriniana del inicio, “Crimen al atardecer” se asemeja a una minuciosa
labor de orfebrería ejecutada por un maestro tan implicado como puede serlo
Dearden. Además, el talento inglés expatriado no perdía un ápice de su calidad
ya que un compatriota aventajado de Dearden, un tal Hitchcock, estaba rodando en
el mismo año y en Estados Unidos un título para la eternidad, “Con la muerte
en los talones”.
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