“El rey de Marvin Gardens” (1972)

A finales de la década de los sesenta y principios de la del setenta del pasado siglo, el cine estadounidense pasó por un proceso de cambio influenciado, sobre todo, por un contexto social marcado por las consecuencias del conflicto bélico de Vietnam, la tensión racial, o el auge en el consumo de drogas.

Bob Rafelson fue uno de los personajes que más se hizo notar en aquella época junto con Peter Bogdanovich y Dennis Hopper, entre otros, y su participación en la creación de la productora BBS, junto con Bert Schneider y Steve Blauner, fue fundamental para que los proyectos ideados por él y los citados cineastas salieran a la luz.

Mi vida es mi vida”, la segunda película que rodó Rafelson, hizo que su nombre y el de su protagonista, Jack Nicholson, se difundieran elogiosamente entre las gentes del mundillo del celuloide. El siguiente trabajo del director neoyorquino que aquí se comenta, “El rey de Marvin Gardens” (otro título que se le endosa es “Castillos de arena”), también contó con la presencia de Nicholson, así como del enérgico y expresivo Bruce Dern.

El guion fue escrito por Jacob Brackman utilizando las ideas y sugerencias aportadas por Rafelson, como por ejemplo la propia experiencia de éste como locutor de radio para la construcción del personaje de David Staebler interpretado por Nicholson (en un principio se había pensado invertir los papeles, es decir, Bruce Dern actuaría como David, y Nicholson lo haría como su hermano Jason)

La historia gira en torno al encuentro de dos hermanos en Atlantic City, la urbe que por entonces estaba creciendo y expandiendo negocios y en la que, al cobijo de la misma, Jason quiere sacar tajada con el apoyo poco entusiasta de David. En la aventura ambos se hacen acompañar de dos desorientadas mujeres, Sally (Ellen Burstyn) y Jessica (Julia Anne Robinson).

La selección de ésta última actriz obedeció a que Rafelson se encaprichó de sus encantos, ya que sus dotes interpretativas no eran precisamente las mejores, tal y como lo atestigua Peter Biskind en su libro “Moteros tranquilos, toros salvajes” (Robinson fallecería tres años más tarde como resultado de un lamentable incendio doméstico.)

Laszlo Kovacs, reputado y especializado profesional, fue el responsable de la fotografía. Kovacs se aprovechó para ello de la extraordinaria iluminación que irradia el entorno de Atlantic City, cuyo turístico paseo marítimo se convirtió en escenario del relato, al igual que ocurriría años más tarde en el fabuloso filme que rodaría Louis Malle con Burt Lancaster y Susan Sarandon en el reparto. Como curiosidad cabe reseñar otro vínculo urbanístico entre ambas películas: el hotel Traymore, localización utilizada por Rafelson, fue demolido posteriormente y las imágenes documentales de su espectacular voladura aparecen al final de los títulos de crédito iniciales de la obra de Malle.

La referencia que hacen Bertrand Tavernier y Jean-Pierre Coursodon en su célebre libro sobre el cine norteamericano a propósito de “El rey de Marvin Gardens” es muy acertada, al señalar que trata de “(…) denunciar el sueño americano, de convertirlo en una estropajosa pesadilla de la que sólo con dificultad uno se despierta, como tras una borrachera.” Para ampliar y recrear lo apuntado no estaría nada mal acudir a “Pastoral americana”, la estupenda novela de Philip Roth incluida en su imprescindible trilogía.

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