“Educando a Rita” (1983)

De la importancia del profesor de literatura en la formación de la persona. De esa fortuna en contar con alguien que sepa transmitir la pasión por la lectura, depende que se pueda disponer de un refugio y un salvavidas frente a los temporales que nos azotan en algunos períodos de la vida.

Albert Camus reconoció a dicha figura generosamente en su día cuando le concedieron el prestigioso galardón sueco. Y Lázaro Carreter no se cansó de exponer el infortunio de no haber disfrutado en España de una auténtica tradición pedagógica en esta materia. En mi caso, el haberme tropezado con un auténtico fanático de los libros y que, además, sabía transmitir con energía dicho entusiasmo, no hizo sino garantizarme una indefinida e inabarcable educación, a la par que momentos de gratificante diversión.

De todo eso va “Educando a Rita”. La adaptación de una exitosa obra teatral de Willy Russell, quien se encargó también del guion para el largometraje. La dirección la asumió Lewis Gilbert que había realizado previamente la aplaudida “Alfie” con Michael Caine y que, como consecuencia de esa grata experiencia, hizo que el actor repitiera a sus órdenes.

Caine, por supuesto, encarnó al protagonista, un beodo profesor que tiene que hacer frente a las ansias educativas de una alumna muy especial: una empleada de peluquería de extracción humilde y que mora con su poco delicado novio en un barrio marginal. Para este papel, se le dio la oportunidad de debutar en el cine a Julie Walters (de forma excelente), quien ya había representado a Rita sobre el escenario.

La combinación interpretativa fue estupenda por parte de ambos actores. Con una Walters metida de lleno en el personaje y aplicando un marcado acento cerrado propio de su clase; y un Caine que, para desarrollar su rol de docente, se inspiró en la actuación de Emil Jannings en “El ángel azul”, tal y como lo relata en su autobiografía “Mi vida y yo”. En este repaso de su vida, Caine también cuenta que su actuación en “Educando a Rita” la consideraba la mejor de su carrera y que, aun cuando fue galardonado por su trabajo, el no haber refrendado el mismo con la consecución de la famosa estatuilla dorada, supuso la causa de dejar de vivir en Hollywood después de haber estado haciéndolo durante un lustro. 

La película fue rodada prácticamente en su totalidad en Dublín, ciudad a la que Caine no deja de referirse como su favorita. El maravilloso entorno académico del Trinity College da el lustre requerido para ubicar la trama. No obstante, la brillantez del trabajo de Gilbert hubiera sido aún más refulgente de no haber fallado en la ambientación musical, una poco afortunada sintonía electrónica generada por el uso de sintetizador y cuya autoría es de David Hentschel.

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