“La fragata infernal” (1962)

Todos obedecen con gusto, cuando el que manda es justo.” (Refrán castellano)

 A Peter Ustinov se le conoce y es famoso, sobre todo, por su faceta de actor de reparto en producciones históricas, algunas de las cuales le hicieron llevarse importantes premios de interpretación (“Quo vadis”, “Espartaco”). Pero, menos conocidas son las muchas y prolíficas ocupaciones que desempeñó a lo largo de su existencia: productor, dramaturgo, rector de Universidad, diplomático…. En este sentido, la mochila con la que cargó durante su vida este hombre grande y robusto, la llenó de múltiples creaciones y proyectos humanistas. Un auténtico polímata como lo fueron en su momento San Alberto Magno o, posteriormente, Leonardo Da Vinci.

Ustinov es autor de la interesante novela “El perdedor”, sobre el ascenso y caída de un joven hitleriano en su periplo por tierras europeas, sobre todo, por Italia, cuando las tropas alemanas recalaron en dicho territorio. De su bibliografía hay que destacar, igualmente, la escritura de una original e ingeniosa obra teatral sobre la que pudiera haber sido la última composición de Beethoven (“La décima”).

La fragata infernal” fue su opera prima como director cinematográfico, así como también el debut en el mundo actoral de Terence Stamp, nada menos que como protagonista del filme. Se trata de una magnífica adaptación de la novela de Herman Melville, “Billy Budd”, un relato marinero en el que se mezcla el compañerismo con el autoritarismo, y la libertad con la esclavitud, todo ello en el asfixiante espacio de una nao.

El director británico de origen ruso logra recrear el libro de Melville de forma muy brillante, transmitiendo la sinrazón del triunfo de una injusticia, en pro del mantenimiento de un orden establecido e inalterable a cualquier situación, incluso en aquella en la que se manifestara una leve duda que pudiera resultar beneficiosa para el individuo enjuiciado. Es, precisamente, la secuencia de los oficiales deliberando en el improvisado consejo de guerra, cada uno con distintos argumentos, un punto álgido de la trama y recuerda al clásico “Doce hombres sin piedad” de Sidney Lumet.

Tirando del elenco interpretativo y arropando a Stamp dos portentos de la escena como Melvyn Douglas y Robert Ryan (intachable éste en su representación del malvado John Claggart). El responsable de la fotografía fue Robert Krasker (“El tercer hombre”, “Breve encuentro”), y en el guion participó nada menos que Robert Rossen. Las exigencias y dificultades del rodaje hacen que merezca destacarse a todo el equipo técnico que trabajó para que saliera adelante esta gran película.

El trasfondo argumental de “La fragata infernal”, al que se ha aludido, hace que la memoria recuerde a otros ilustres personajes fílmicos que se asemejan a Billy Budd en la defensa de la verdad y la revelación de la impostura. Nombres como el del coronel Dax (Kirk Douglas, en “Senderos de gloria”), Atticus Finch (Gregory Peck, en “Matar un ruiseñor”), Ed Horman (Jack Lemmon, en “Desaparecido”), o Jeffrey Wigand (Russell Crowe, en “El dilema”), entre otros.

Reminiscencias y puntos en común se encontrarían, asimismo, en “La ley del silencio” de Elia Kazan. El sometimiento del grupo a través de la amenaza manifiesta o encubierta, y la cobardía de no denunciar la mentira por no perder un estatus que retrata el egoísmo más recalcitrante en detrimento de la solidaridad del conjunto. En este sentido, Marlon Brando, en su papel de Terry aumenta la nómina de hombres justos referida con anterioridad, cuando redimido por el amor y la entrega de Eddie (Eva Marie Saint), decide cortar los lazos con la autoridad ciega e irracional del entramado de poder que controla la logística de un puerto.

Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver.” (Proverbio judío).

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